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Ellen Marx: Una vida, dos historias

Su historia es universal y local. Es, tal vez, una síntesis de las mayores tragedias vividas durante el siglo pasado. Guarda el testimonio de conflictos conocidos a nivel mundial, pero también de otros más cercanos y propios. A medida que avance su relato, dará cuenta de nombres y lugares difícilmente posibles de asociar por alguna persona de forma tan directa.

Pero,
sin embargo, la autoridad de sus palabras no se sustenta en sus desgracias, sino
en sus argumentos, y no es su historia la que la hace especial, sino ella misma.

La
cita es un jueves por la mañana. Es un día frío, pero en su casa se respira
un aire cálido. Su departamento esta situado en el barrio de Belgrano, a sólo
dos cuadras de una agitada avenida Libertador. Y sin embargo, en aquella calle,
reina una calma inusitada.

Ellen
es, toda ella, una mujer de contrastes. Su frágil cuerpo contrasta con su
tremenda fuerza espiritual, su pasado de muertes con la vida que destila, sus
testimonios con su inmenso sentido del humor, su edad con su juventud.

Sobre
una mesita ratón se encuentra un extenso libro en alemán de 300 páginas que
Ellen se esta encargando de traducir al español. “Es una autobiografía de
una austriaca que vivió durante mis tiempos y murió hace diez años. Encontré que su vida tiene muchos puntos de contacto con la mía”.

No
es esa la única tarea de esta mujer que a los 79 años se encuentra totalmente
activa. “También doy clases de alemán a algunos alumnos que me quedaron de
la época en la que me dedicaba de lleno a eso, y me encuentro en la militancia
por los Derechos Humanos”.

Al
hablar de esto último, hace referencia a la causa iniciada en 1998 en los
Tribunales de Nüremberg contra la Junta Militar del Proceso. Junto con su grupo
de Madres de Alemanes Desaparecidos forma parte de la “Coalición contra la
impunidad”, una federación de organizaciones civiles creada por Adolfo Pérez Esquivel e
integrada por los organismos mas prestigiosos de Derechos Humanos y las Iglesias
católica y protestante de Alemania.

Actualmente, la organización funciona
tanto en ese país como en Argentina, e intenta repetir la experiencia Española
y lograr juzgar en el exterior a los responsables de la matanza cometida en la
Argentina durante la última dictadura militar.

Para
conocer su historia, es necesario remontarse a una Berlín de entreguerras,
donde, en 1921, la familia Pinkus daría luz a su única hija, Elena Renata.

Aquellos
tiempos de miseria para la Alemania de la República de Weimar fueron vividos
por la niña Ellen como años hermosos en su vida, con un hogar que la cobijaba
y la cuidaba de un exterior cada vez más sombrío.

Al
igual que la gran mayoría de los judíos alemanes, a Ellen le transmitirían un
fuerte sentido de pertenencia, que incluiría educación pública y una
participación activa en la vida alemana.

“Nos sentíamos parte de Alemania,
porque nuestras familias databan de 200 años en el país, incluso un bisabuelo
mío luchó valientemente contra Napoleón, y por eso le dieron la carta de
ciudadanía, ya que por ese entonces no todos los judíos la poseían. Los lazos
con la cultura eran muy fuertes, y aún hoy día me encuentro citando a Goethe.

Existía un gran orgullo y un sentido cultural, pero no nacionalista, en gran
parte gracias a mi madre, que era socialista y formaba parte de la liga de
Derechos Humanos, por lo que poseía una mirada más amplia que el resto. Pero
ese mundo se acabo pronto”.

Para
1933, Hitler asumía como canciller y sus recuerdos son los de cruces svásticas
pintadas en las calles, negocios judíos con vidrios rotos y mercadería
saqueada, y hombres de uniforme marchando mientras la gente vivaba y aplaudía.

Dos
años mas tarde, después del Congreso de Nuremberg, su ciudadanía ya no era
reconocida, y vivir con el miedo se convirtió en moneda corriente para la
comunidad judía. Como todos sus compañeros judíos, Ellen fue echada del
colegio y la salida de Alemania comenzó a ser la única que se vislumbraba para
su salvación.

La
Agrupación de la Juventud Judeo-Alemana era un centro de reuniones donde se
concurría durante los sábados a estudiar hebreo e historia judía, además de
organizarse juegos y campamentos.

Pero para cuando Ellen entró, en 1935, la
principal función de los líderes era la de organizar los escapes, intentando
conseguir la mayor cantidad de visas y contactos en el exterior.

Poco a poco,
fueron partiendo los grupos a diferentes países, pero Ellen era parte de uno de
los tres últimos que no contaban con nadie que los aguarde. “Nuestro grupo no
tenía ni una sola alma en el mundo, y debíamos conformarnos con alguna que
otra recomendación. Pero aquello de no tener un lugar en el mundo no es nada
nuevo para los judíos”.

El
primer grupo logró visas para entrar a Brasil, pero este país cerró su cuota
de inmigración, por lo que debieron ingeniárselas para conseguir en tiempo
record un país que los albergue. La Argentina, pago de aranceles mediante, les
abrió sus puertas y fue así como recalaron en el país.

Mas tarde se sumarían
los otros dos grupos, entre ellos el de Ellen. “Fue el matrimonió Riegner
quien posibilitó que unos 60 jóvenes pudiésemos inmigrar a este país. Ellos
eran el enlace con las instituciones judías que financiaban el proyecto y
respondían por nosotros ante las autoridades.

Además, cada uno debía pagar su
arancel de inmigración, pero como los judíos teníamos prohibido disponer de
dinero, mi padre le escribió a un tío mío que poseía un Banco en Palestina
para que realizará el pago, con lo cual pude
ingresar a este país”.

Así,
un 13 de abril de 1939, se despidió para siempre de sus familiares y emigró a
la Argentina. Su padre fallecería en 1942, en su casa, pero su madre moriría
un año mas tarde en la cámara de gas de Auschwiz.

“Todo
ese gran amor que sentí con Alemania fue de alguna forma un desengaño. Y
durante muchos años no quise ni pensar en ese país, porque recordaba a todos
mis familiares que se encontraban en campos de concentración.

Yo
guardo de mi abuela algunos mapas antiguos, aquellos mapas poseían pequeñas
superficies blancas, de lugares que aún no habían sido descubiertos.

Esas
mismas manchas blancas tenía yo en mi memoria al pensar en Alemania. Y todos
los que huimos de nuestros países de origen hemos necesitado mucho tiempo -casi
treinta años- para establecer lazos con las nuevas generaciones”.

Con
18 años recién cumplidos y siendo la menor del grupo llegó a un país
totalmente desconocido del que solo sabía que ese mismo día celebraba un
aniversario de su independencia.

El
primer lugar al que se dirigió fue a una pensión alquilada por la Sociedad
Filantrópica Judía. “No era fácil estar allí. Ordene lo poco que tenía en
mi suitcase, mi valijita, donde había unas drogas que mis padres me habían
dado para mis primeros tiempos en el país, pero al otro día desapareció
todo”.

Las
parejas eran separadas porque no había lugar para la privacidad, pero a Ellen
aquello la tuvo sin cuidado porque aún estaba sola, literalmente hablando, en
el mundo.

Inmediatamente
tuvo que salir a conseguir empleo y una compañera del grupo anterior le pasó
un trabajo de niñera que ella estaba a punto de dejar.

Se fue a vivir con
aquella familia en su casa de Recoleta, pero la experiencia le duró sólo dos
meses. “Cierto día esta familia fue a visitar a una parienta que estaba de
novicia en San Miguel, y ella les dio a entender que yo era judía por lo que
fui echada y debí regresar a la pensión”.

Su
siguiente trabajo fue en casa de una familia francesa, donde debía atender los
cinco hijos del matrimonio, limpiar la casa y responder al exquisito paladar
francés durante las cenas.

Al
tener la oportunidad de cambiar de trabajo no lo dudó y recaló en casa de un médico
judío refugiado que junto a su señora tenían una pensión para ancianos y
enfermos en la calle Virrey Loreto.

“No era tanto trabajo como el anterior,
pero debía hacer cosas para las que a los 18 años no estaba preparada, como
enseñarle a leer a alguien con síndrome de Down o atender a una anciana con cáncer”.

“Al
principio no tenía a nadie. La
gente suele sentarse entre dos sillas, pero yo estaba sola en medio de muchas,
tanto humana como afectivamente, sin embargo la situación comenzó a
cambiar”.

Un
primo suyo trabajaba para una organización judía norteamericana, el Joint; y
el comité realizó una visita a la Argentina.

Era la primera vez que Ellen veía
a un pariente en un año. “Tuvimos poco tiempo para tomar contacto pero debe haber sentido que necesitaba cumplir conmigo así que me
consiguió un trabajo”. Por aquel entonces se estaba formando el Hogar Infantil de la Asociación Filantrópica
Israelita, y, con la recomendación, Ellen pudo ingresar a trabajar como maestra
jardinera.

“Por primera vez en años volví a sentirme un ser humano,
trabajaba día y noche, pero me sentía útil. Estaba con una directora que era
excelente, tanto humana como profesionalmente, y organizó el hogar con una visión
totalmente moderna, donde el trabajo se hacía con los niños pero también con
los padres. Allí estuve durante 14 años”.

La
vida comenzaba a sonreírle a Ellen, y no sólo en el plano profesional.
“Cuando salimos de Alemania, nos hicimos la promesa de ayudarnos los unos a
los otros y fundar una nueva comunidad israelita, así que al llegar alquilamos
unos salones, los remodelamos, e inauguramos la N.C.S. Yo soy una aficionada a
la música, por lo que concurría seguido, y allí conocí a quien sería mi marido”.

Un
año mas tarde, el 11 de marzo de 1942, en una caballería de la calle Virrey
Loreto refaccionada como sinagoga, Ellen se casaba con Jeremías Erich Marx,
quien también huía de su Alemania natal a causa del nazismo. “Tenía solo 20
años, pero con lo que había vivido ya era una adulta”.

Los
años que transcurrieron junto a su esposo los define como los más felices.
“Fueron duros en lo económico, aunque con mi esposo logramos salir adelante,
él como empleado en una oficina, y yo en la comunidad Lamroth Hakol, en la cual
estuve por mas de 20 años y donde por fin sentí que encontré mi lugar y no
solo un trabajo para subsistir. Pero mi orgullo mayor fueron mis cuatro hijos,
que nacieron uno después del otro”.

Los
dos mayores emigraron a Israel, y Ellen quedó con Nora y el menor, el único
que vive en la Argentina.

Desde
muy pequeña, Nora tuvo una inclinación política y social que comenzó
manifestando en el Movimiento de Juventudes Sionistas de Argentina.

Al
egresar del colegio secundario en 1966, Nora se inscribió en la Universidad de
Buenos Aires para estudiar meteorología, carrera que terminó cuatro años mas
tarde sin mayores dificultades.

Paralelamente,
comenzó a formar parte de una organización peronista de Mataderos llamada
Justicia Social, desde donde se encargaba de dar clases de apoyo a los hijos de
las familias mas carenciadas de distintos barrios de emergencia y villas de
Buenos Aires, además de recolectar ropa y otros objetos para repartirlas en
esos hogares.

Luego
de terminar sus estudios universitarios, en 1971, fue contratada como personal
civil por la Fuerza Aérea Argentina para encargarse de la seguridad de los
aeropuertos. Allí ingresó en el Sindicato del Personal Civil y Técnico
Argentino del Aire, ATEPSEA. Desde aquel lugar, Nora apoyaba y organizaba las
demandas de sus colegas en materia de reclamos saláriales.

Tres
meses después del golpe de Estado que derrocó a Isabel Perón en 1976, se
decretó una ley de disponibilidad que permitía relevar de su cargo a los
empleados públicos sin justificación alguna. A las dos semanas, Nora fue
despedida por su militancia.

Poco
tiempo mas tarde, el sábado 21 de agosto, quedó en encontrarse a las 19 con
unos amigos para ir al cine. Pero jamás llegó.

“Eran
aproximadamente las 8 de noche, me encontraba en mi casa y recibí una llamada
de su novio. Me pregunto si Nora estaba
aquí y les respondí que no, que había salido a las tres de la tarde. Allí
comenzó todo”.

¿Usted
a donde concurrió?

Mejor
preguntame a donde no concurrí. Si alguna vez hablaste con madres de
desaparecidos, tené la seguridad de que todos hacíamos lo mismo. Estábamos
desesperados y corríamos para todos lados, no aguantábamos estar sentadas en
una silla.

¿Que
repuestas obtuvo?

Desde
lo oficial, todos tenían la misma respuesta negativa. Y los que hablaban un
poco mas era porque querían sacarme alguna información. El unico dato que tuve
fue una llamada anónima, en la que decian que Nora mandaba saludos y seria
liberada en un mes.

¿Cómo
eran esas respuestas?

“No
sé”. “Aquí no”. Incluso en la comisaría en la que estuvo detenida, cosa que sé gracias a los datos de un amigo
de ella. Tengo un montón de cartas del Ministerio del Interior, que esto, que
lo otro, que lamentablemente no pueden darnos ninguna noticia.

¿Cuánto
tiempo conservó la esperaza?

Eso
no lo puedo decir con fechas, por que la esperanza no es una cosa estable. Es
algo que que aumenta por que se ve nutrida por algo que de repente puede
desaparecer, o simplemente surge porque uno se levanto bien o soñó algo
positivo.

¿Sigue
surgiendo la esperanza?

No.
Esto ya sería algo irracional. Y ya no la tenía al viajar a Alemania por
primera vez, en una reunión por Derechos Humanos en 1983, aún durante el
gobierno militar.

Suena
el teléfono y se detiene la entrevista. -Pueden ser novedades del juicio, dice,
y sale literalmente corriendo para recibir un fax.

Al volver con las hojas,
comienza a traducirme del Alemán la información que le acaba de llegar. Sus
ojos brillan como si fuera la primera vez que recibe documentos relacionados con
la desaparición de su hija, aunque ya no pueda registrar la cantidad de
comunicados recibidos al respecto.

¿Cómo
le caía la militancia de su hija?

Pienso
que el adolescente necesita libertad de movimiento, se le debe dar la
oportunidad de desplegarse en la forma que quiera.

En un principio ella iba a
villas miserias a ayudar a la gente, lo cual me parecía perfecto porque durante
dos generaciones en mi casa estuvo la premisa de ayudar al prójimo, y yo también
necesité de los demás. Pero veía que la cosa empeoraba, y les decía que se
cuiden, que esto iba muy en serio.

Ellos me decían que si, que se cuidaban,
pero continuaban con su actividad. Editaban con la Juventud Peronista un diarito mensual llamado “Evita montonera”, y yo le decía
-Escuchame, todo esto es perfecto, pero no me gusta ese culto que hacen a las
personas. Y ella me respondía -Ya lo sé mamá, a mí tampoco, pero con esto se llega a la gente.

¿Cuál
es la diferencia entre un familiar asesinado y uno desaparecido?

(…)
En este momento están tan ausentes mi hija como mi madre, a la que no le pude
dar los cuidados necesarios en sus últimos años. Están igualmente ausentes.
Vale lo mismo el desaparecido que los asesinados, porque en ambos intervino la
mano del hombre.

Yo, como ser humano, me puedo resignar a que una persona muera
en un determinado momento. Es más difícil si la persona es joven que si llega
a cierta edad, pero igual lo tengo que asumir. Pero a lo que no me voy a
resignar nunca es a que un hombre se muera a manos de otro.

¿Y
entre la dictadura argentina y el nazismo?

El
resultado de la gente torturada y muerta es el mismo. Lo diferente son los
antecedentes. Pienso que la dictadura no
es una constante, pero el antisemitismo, que es la raíz del nazismo,
lamentablemente ha demostrado que ha sobrevivido a todos los tiempos y culturas.

En un punto son iguales: Quienes las manejan piensan que son sobrehumanos, que
son dueños de la vida y de la muerte, deciden qué se hace y qué no, lo que
está bien y lo que está mal. Pero, por la diferencia en la dimensión, no
acepto la comparación de los desaparecidos argentinos con los 6.000.000 de muertos del holocausto.

¿Hubo
el mismo nivel de impunidad en Alemania que en Argentina?

Debo
decir que este fue el único país que juzgó a sus criminales, ya que en
Alemania los juicios fueron realizados por los aliados y no por los propios
alemanes.

Pero en Alemania no hubo ningún indulto. Diría que no fue una
impunidad declarada. Acá hubo tres leyes de impunidad, y los asesinos caminan
desfachatados. Allí, los nazis cuanto menos se tomaron el trabajo de cambiar su
identidad.

¿Que
piensa de la condición humana?

(…)
Que todo esta susceptible a cambios, que hay problemas básicos muy profundos, y
si todo pudiese tener un sentido, entonces debemos exteriorizarlo en los valores éticos generales. El genero humano ha creado cosas hermosas
y muchas…

¿Cómo
cuales?

La
música. El arte en general, que es como esos escombros que se encuentran en algún
lugar de la tierra y dicen mucho de este mundo. O cuestiones heroicas, como el
sionismo temprano, las tres primeras generaciones que arribaron a Israel.

La
fría mañana se convierte en mediodía. Falta poco para finalizar la
entrevista, y después de oír su relato solo me queda una pregunta.

¿Cree
en Dios?

(…)
Yo creo en los valores éticos, creo más en la convicción que en la fe, en que
la justicia existe, y yo tengo que buscarla.

Pienso que esta es nuestra tarea ¿cómo
y cuando lo vamos a lograr? Tenemos para rato. ¡Y no sé si el mundo geológicamente
va a existir tanto tiempo! (Risas). Pero algo va a pasar. La gente se esta
volviendo a interesar, las causas en Europa y su repercusión demuestran que la
sociedad aún continua buscando justicia.

EL SECUESTRO DE NORA

Durante
la búsqueda de Nora, Ellen entró en contacto con la familia de Alberto P.,
quien había sido secuestrado un día antes que Nora.

P.
permaneció cinco días como preso ilegal en la comisaría 42 de Mataderos, y
allí pudo observar a Nora, quien también permanecía detenida en forma
clandestina. En la comisaría, fue golpeado y torturado, pero luego fue
legalizado como preso “regular” y
enviado a una cárcel en Rawson, desde donde pudo volver a tomar contacto con
sus padres.

De esta
forma, Marx pudo reconstruir el secuestro de su hija. Según narró P., la
policía secuestro a un compañero del grupo que utilizaba el taller de su
padre en Mataderos como imprenta y para efectuar las reuniones. Luego de unos
días, fue liberado para ser utilizado de señuelo, y así poder secuestrar a
las personas con las que entraba en contacto.

Así, en
el transcurso de 4 días, fueron detenidos P. y otros 3 compañeros que
ingresaron al taller, entre ellos Nora Marx.

Con la
llegada de la democracia, P. presentó una petición de Habeas Corpus para
lograr su liberación, y durante el juicio le informaron que la detención había
sido una acción del Primer Cuerpo del Ejercito de la Capital Federal, al
mando de Suárez Mason.

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